Día de la Medicina Latinoamericana

editorial

En el año 1953, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a propuesta de la Federación Médica Argentina y de su Presidente en ese momento, el Dr. Remo Bergoglio, instituyó el Día de la Medicina Latinoamericana en honor al Dr. Carlos Juan Finlay y Barrés todos los 3 de Diciembre a partir de ese año, en coincidencia con la fecha de su natalicio.

 

El Dr. Finlay, hijo de un médico escocés (que se había destacado en las luchas independentistas latinoamericanas al lado del Libertador Simón Bolívar) y de una cubana del Camagüey, cursó estudios en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, antes de establecer su práctica profesional en la ciudad de La Habana como oftalmólogo.

 

Interesado en los problemas de la salud pública, y preocupado por la extensión de la fiebre amarilla, el Dr. Finlay inició sus investigaciones en los 1870s hasta proponer la teoría del mosquito Aedes aegypti como el vector del mortal virus, abriendo así un capítulo enteramente nuevo en la historia de la Medicina. El camino estaba abierto para la higienización doméstica y ambiental como medio de control de tan terrible epidemia.

Sin embargo, los resultados de sus trabajos (expuestos en una conferencia sanitaria internacional celebrada en 1881 en la ciudad de Washington DC) fueron recibidos no solo con escepticismo, sino con cinismo y burlas. Por muchos años sus detractores le llamaron el “Dr. Mosquito” y lo tildaron de loco y fantasioso.

 

No fue hasta el fin de la guerra hispano-cubano-norteamericana, la evacuación de las tropas españolas (muchos de los soldados coloniales sucumbían ante el rigor combinado del calor, la lluvia, la humedad, el fango y el azote de los mosquitos, elementos todos a los que el genial guerrillero dominicano Máximo Gómez llamaba “mis mejores generales”), y el comienzo de la ocupación norteamericana, y ante los esfuerzos baldíos del Gobierno interventor por controlar la fiebre amarilla entre sus números, que finalmente una comisión del Ejército norteamericano acudió al hogar del Dr. Finlay para pedirle consejos y orientaciones. El Dr. Finlay les cedió generosamente todos sus estudios, y hasta un recipiente con huevos del mosquito para que los hicieran eclosionar en cautiverio, y condujeron experimentos con ellos.

 

La teoría del mosquito como vector transmisor de la fiebre amarilla fue confirmada finalmente (y de forma dramática) por el Dr. Reed Jesse William Lazear, quien se dejó inocular por un mosquito solo para morir en los siguientes días de la enfermedad. Con todas estas evidencias, el Dr. Walter Reed presentó al interventor del Ejército norteamericano, el General Leonardo Wood, un plan para desinfectar al país, que fue completamente exitoso. En pocos años la fiebre amarilla desapareció de la escena cubana. El éxito cubano fue replicado por el Dr. William Crawford Gorgas en Panamá, posibilitando la culminación en tiempo record del Canal de Panamá: empresa en la que había fracasado antes Ferdinando de Lesseps (de la fama del Canal de Suez).

 

Pero el Dr. Finlay tendría que sufrir aún otro agravio más. Varios periodistas y políticos norteamericanos empezaron a endiosar la figura del Dr. Reed al presentarlo como el único responsable de los esfuerzos por erradicar la fiebre amarilla y el mosquito transmisor. Se llegó incluso a hacer campaña para elevar al Dr. Reed al Premio Nobel. Afortunadamente, la verdad prevaleció, y el Dr. Finlay fue exaltado como benefactor de la humanidad por sus descubrimientos y su abnegada labor de tantos años.

 

Otros méritos también le corresponden al Dr. Finlay, entre ellos, ser uno de los 4 fundadores de la Oficina Sanitaria Internacional (precursora de la actual OPS), y también el fundador y primer director de la Junta Superior de Sanidad: antecesor distante del Ministerio de Salud Pública de la República de Cuba, en 1902. La República de Francia le entregó su Legión de Honor, en reconocimiento de sus triunfos, y tal vez en compensación por lo esquivo que le resultó el Nobel de Medicina.

 

Hoy, un busto y una tarja en bronce reciben a los barcos que se adentran en el Canal de Panamá, en recordación de aquel médico cubano que desafió dogmas y burlas en el cumplimiento de su deber sagrado de socorrer al prójimo y preservar la salud de todos.

 

Dr. Sergio Santana Porbén

Director de Comité de Proyectos

FELANPE